lunes, 2 de enero de 2012

Rojo


Acababa de verle cruzar el paso de cebra. Era mi mujer de rojo, la mujer de mi vida. Siempre que la veía me venía a la cabeza aquella excitante hembra de aquella sugerente película. Rojo pasión. Rojo carmín. Medias rojas de seda… Quise alcanzarla pero el semáforo acababa de ponerse en rojo. Azaroso, turbado y, posiblemente, colorado, me senté en un banco cercano.
Acababa de empezar el verano. En mi ciudad, algo más que esta estación del año… Los escaparates, las plazas, los anuncios publicitarios habían empezado a teñirse de rojo…. Más de rojo que de blanco… Pañuelos y fajas de todos los tamaños, pero no de todos los colores. Rojo y sólo rojo. A todas horas, en cualquier lugar, la gente en masa… Olía ya a rojo de fiesta en mi ciudad y, en pocos días, lo haría a rojo de sangre, a rojo de toro, a rojo de riesgo… Roja sería esa manta invisible y bulliciosa que envolvería la plaza a esa hora del mediodía jubilosa que recibe la fiesta… rojo el reguero de sangre que acompañaría los lomos del toro en el ruedo, que brotaría de su morro anunciando su abrupta muerte en el coso…
El rojo es el color que me acompaña, al menos, cada medio año. En verano, con San Fermín. En invierno, con Navidad. Porque sin rojo la Navidad no es Navidad. ¿Alguien vio un Papa Noel de otro color? ¿Alguien adornó un abeto de Navidad sin bolas o guirnaldas rojas? ¿Hay alguien que no sabe todavía que llevar encima algo rojo es señal de buena suerte en el momento de las campanadas de Año Nuevo?
Rojo… El color de lo prohibido. El color del peligro. El color del riesgo. El color del fuego. El color de la pasión. Rojo anaranjado… El color de la alegría. El color del rojo atardecer. De la tierra rojiza. Rojo guinda… El color de los cumpleaños. Rojo agranatado… El color del tango. Rojo fresa… El color de la sensualidad. Rojo hielo… El color del Martini… Rojo, siempre decidido, atrevido, orgulloso, nunca tímido ni cabizbajo…
Ya estaba de vuelta. La mujer de rojo, la mía, la que yo siempre deseaba, mi mujer de rojo, se disponía a cruzar de nuevo la calle. El semáforo, en rojo. Sus labios carnosos y descaradamente rojos jugaban con unas cerezas tan rojas como su boca, como su lengua teñida de rojo. Hasta su pelo hablaba de ese color. Hermosamente pelirroja ella. Me moría por que el semáforo cambiara de color. Impaciente, no pude esperar más y fui hacia ella….
Rojo pasión. Rojo violento. Rojo sangre. Cruz Roja. Coche de bomberos. Sirenas rojas destellantes y gritonas cruzan la ciudad hacia mí. El sol se esconde por el horizonte urbano teñido todo de rojo….